Estar en el ámbito educativo ha supuesto para mí un descubrimiento continuo de lo que es la vida.  Hoy, mientras compartía con un compañero de trabajo, me encontré con una analogía perfecta de lo que hace Dios, cómo Padre-Madre, con cada uno de nosotros. Él me decía que estaba experimentando una sensación maravillosa. Su experiencia es de la un padre que tiene la oportunidad de ver lo que hace su hija en un aula de clase. Su orgullo es verla centrada, ordenada y en lo que debe estar: estudiando. Su sensación es la de tranquilidad, la de saber que todo va bien, la de poder prever situaciones y la de encontrar que no hay nada que temer. Su hija está bien, ¿qué mas puede pedir?

A veces se nos olvida que Dios también es así con nosotros. Nos ve y se hace cercano a nuestra realidad. Se alegra cuando estamos bien y se abaja a nuestra miseria cuando sentimos que el mundo se nos viene encima. No, no nos va a solucionar la vida como si todo fuera magia pero sí que nos va a mostrar opciones para que nosotros decidamos cual es la mejor (la clave es estar abiertas a estas propuestas). No, no nos va a obligar a emprender un camino violentando nuestra libertad pero sí que habrá mediaciones que nos enseñaran cual es la mejor posibilidad de acuerdo a nuestra ansia de felicidad. Sí, Dios es ese Padre-Madre que está allí. Dios está allí.