He visto la película de «Los Miserables». Son muchas las reflexiones que me surgen, aunque ahora solo me quedo con dos:

Imagea. El nombre de Dios: su nombre ha sido utilizado para justificar los más diversos comportamientos. Sean los más loables o sean los más tremebundos. Sin embargo, continúa allí, aquí o adonde nosotros estamos. No es inmutable pues se hace cercano a quien invoca su nombre en nombre del Amor, aunque esa cercanía pueda parecer la más absurda lejanía y el más profundo silencio. Nunca calla, siempre está presente; incluso cuando el Odio pareciese que tuviese la última palabra: siempre suscita a alguien que sea capaz de hablar de paz con palabras convincentes y su gracia permanece aunque sea lo menos evidente en medio de la abyección. Pero ¿su nombre como justificación para el mal? Que grave problema, que gran atropello.

Imageb. La capacidad de redención: solo lo puedo sintetizar con una frase que escuché: «no soy peor que otros hombres«. Frente a esa capacidad tan acuciada que tenemos para juzgar el mínimo pecado o el infimo error de otro, no hay más que recordar que todos somos capaces del mayor mal como el señalar sin mirarnos al espejo; y somos capaces de gran amor, como dejarlo todo, incluso la vida, por aquel quien es hasta un desconocido. Al final, la capacidad de redención, de corregir el rumbo y de tratar de enmendar el camino es posible: vale abrirse a esa opción y caminar. Ya hay alguien que nos perdonó primero porque en definitiva tanto nos amó.