Toda la semana, tras mi llegada fue intensa. Fue un tiempo en el que comencé a sentir al Colegio San Agustín como una casa, como parte de mi vida. Después de todo, me dediqué por las mañanas a pasarme por las clases para hablarles a los chicos de mi ordenación el 3 de agosto. Al menos ese era el plan; sin embargo, no pude evitar hablarles de lo que había sido mi experiencia, sintetizada en 5 minutos, de los últimos 8 años de vida. Ocho años que, pensándolo bien, han dado para mucho. Era una forma de compartirles ese encuentro con Alguien que ha llenado mi vida al máximo; y junto con ese alguien, un encuentro con todos aquellos que han continuado a mi lado. Cómo parte de ese camino, esa invitación a darle un sí definitivo, además de cómo religioso, como sacerdote al servicio de todo un Pueblo, de todo aquel que necesitase mi presencia. En todo ese peregrinar por el Colegio me acompañaron personas que hicieron mi estadía más amena. La comunidad educativa se volcó conmigo, y no puedo dejar de agradecer eso, porque me ha marcado cómo no se puede tener idea.
Si a todo eso le sumo el encuentro que tuve con las personas de la parroquia nuestra de Río Abajo, pues se da una combinación única e irrepetible; es más, inolvidable. El relato de Emaús incluso tomó vida en una conversación en la oficina parroquia. Ya entiendo lo que vivieron con Jesús esos discípulos y cómo tuvieron que morirse de la risa cuando se dieron cuenta que estuvieron con él. Solo los que vivimos esto podemos entenderlo….La comunidad de hermanos también volcada al máximo. Mi maestro con sus recomendaciones, los frailes con su cercanía y atención. Todos eran parte de mi familia. Es cuando te das cuenta precisamente que son los pequeños detalles y esas minúsculas atenciones las que van marcando una diferencia notoria en todo encuentro y en toda relación. Sí, fue un tiempo sin parangón alguno.

Por las tardes, tiempo de familia. El compartir con mi mamá, caminar con ella, ir de un lado para otro. Quizás debí haber probado más lo que ella me cocinaba. Eso es algo que la tengo en mi lista de cosas por hacer para mis próximas vacaciones. Sin embargo, ese tiempo de calidad fue único porque vaya que disfrutamos esa primera semana. Ella viéndome en mis afanes y yo alargando las horas de la noche para estar con ella aunque sea recostado sin decir mayores cosas (aunque cualquiera cosa era delicioso).

También fue increíble encontrarme con un hermano dispuesto a llevarme e incluso a traerme. Más aún, a prestarme su carro. Sí, eso en lo material. Lo que importa en sí es su cercanía. Dos años sin verlo han sido muchos. Lo ví diferente: en un proceso de maduración. Creo que el tiempo que compartimos fue enjundioso. Lo disfrutamos mutuamente y lo que aprendí de él es inexpresable. No sé si yo pude haberle aportado algo, espero que sí.

Y lo cierto es que disfruté los buenos momentos con amistades. Creo que estando con ellas descubres que amigos son aquellos que te quieren por quien eres y no por lo que representas. Que están allí presentes, aún en la distancia. Con los cuales puedes compartir la vida y hasta esos momentos de dolor que te parten el alma. Sí, disfruté su compañía.