Largo mes para desaparecer notoriamente de las redes sociales aunque creo que ese ha sido mi talante durante los últimos meses. Sin embargo, en esta ocasión he tenido un objetivo claro: vivir un mes de preparación para mi consagración como agustino recoleto para toda la vida.

Ahora bien, para la mayoría de los lectores esto puede sonar a ciencias ocultas, a cuestiones que solamente los consagrados entiendes o a letras chinas. Al menos, si yo tuviera un amigo que me saliera con eso no tendría ningún motivo, contexto o explicación aneja para entenderlo, y lo cierto es que por cierto reparo tampoco es que preguntaría tanto al respecto. Tan solo afirmaría y me alegraría superficialmente con él, pensando en que en el fondo se trata de un paso grande el que está a punto de dar.

Quizás en algún momento le preguntaría: «y eso de agustino recoleto, ¿de qué va?» o «¿te gusta?». Las típicas preguntas que se suelen hacer en estos casos para extender una conversación de la cual tampoco podré extraer mayores consecuencias o aplicaciones prácticas para mi vida, tan solo que Dios hace lo que quiere, cómo quiere y con quien quiere.

Por otra parte, al verlo feliz me preguntaría mentalmente: «¿realmente estará feliz o es pura pantomima?» (eso tomando en cuenta cantidad de escándalos que han sucedido últimamente sobre todo dándole duro al consejo de la castidad). Sin embargo, quizás por algo de pena tampoco es que le haría explícitamente esa pregunta a no ser que fuera alguien sumamente cercano a mí, a quien he conocido antes y después de haber entrado a esos extraños y extravagantes caminos del seminario. Quizás a partir de allí podría comenzar una gran charla y un profundo dialogo sobre las preguntas existenciales clásicas que rodean mi realidad, me causan dolores de cabeza y me causan cierto desconcierto. Puede que salga mucho más nutrido de todo aquello. En fin, un cúmulo de circunstancias que no merece la pena ahora desglosar.

El problema de fondo es que todos esos son un hipotético teorizar que dimana de lo inicial: «mes de preparación para solemne, vale, ¿eso qué es?». Yo creo que para mí ha sido un re aprendizaje vital para aprender a ver, escuchar y palpar a Dios en los pequeños detalles que va dando la vida. Ha sido constatar que por más extraño que sea todo Dios guarda un profundo silencio ruidoso en nuestra vida: siempre va caminando a nuestro lado. Ha sido afirmar que quiero decirle «sí quiero» para siempre y todos los días de mi andar por esta historia. Ha sido reconocerle al partir el pan de la Eucaristía y pedirle mucha fe para verle en un enfermo en el santuario de Lourdes. Ha sido encontrar en la mirada del otro el brillo de su amor; en la presencia de mi hermano, un aspecto de su delicado toque; y en la palabra del que vive a mi lado, la palabra inteligible de Dios que llama a vivir desde dentro.

La verdad, en el fondo, ha sido maravillarme ante esa llamada constante de Dios cada minuto por la cual lo he dejado todo y con la cual realmente me siento feliz y contento.

En eso estuve durante todo agosto.