Lo típico, siendo fraile, de lo que se habla, cuando se está en una comida con personas mayores, es del hecho de que no hay vocaciones religiosas. Creo que este comentario esconde algo más allá de una simple constatación superficial: en el fondo puede que nos hable de la poca confianza que tienen muchos respecto a los jóvenes estudiantes de la ESO y Bachillerato, a los adultos en proceso de maduración (con lo cual susceptibles a los golpes que da la vida en cuanto se emprenden los primeros pasos de decir “yo soy”) y hasta de los niños en desarrollo.

Sin embargo, creo que hay razones suficientes para creer en las nuevas generaciones a las cuales les hemos venido a llamar los “ni, ni, ni”. Primero, porque son capaces de pensar, de soñar, de imaginar un mundo nuevo. Es decir, saben que el mundo es suyo, que son ellos los que deben construir lo que será su mañana, pero no se atreven a creérselo (porque en muchos casos, les hemos quitado la ilusión que mueve sus pensamientos)

Segundo, porque pueden discurrir y hasta dar respuestas maravillosas de las cuales se puede aprender. Esto sin contar que a veces les da pereza escribir, responder con más de cuatro oraciones o argumentar sin descalificaciones a otra persona que les presenta un desafío intelectual. Claro, este ejercicio de diálogo se practica, pero cómo realizar esta práxis si muchas veces ni nosotros somos capaces de escuchar sus propias razones, siempre y cuando sean sinceras.

Tercero, porque pueden ilusionarse y luchar en medio de un mundo que les plantea una batalla a muerte, no tanto física como del corazón. Lo que escuchan no es muy halagüeño y los medios de comunicación no contribuyen a ello vendiéndoles imágenes de la vida que se alejan de toda realidad.

Cuarto, porque tienen preguntas aunque tengan problemas para formularlas o aunque tengan miedo de hacerlas. Dificultades para formularlas porque quizás les faltan

categorías y recursos para cuestionar a quien tienen en frente. Miedo de preguntar porque no saben lo que pueden esperar, la respuesta que pueden obtener y si están en capacidad de seguir preguntando. Es decir, buscan respuestas a los acontecimientos que van viviendo. Con ellos no podemos pretender responder desde los esquemas que creíamos correctos o con las palabras que suenen más adecuadas. Quizás la clave está en que ellos puedan responder en su propio lenguaje a toda la serie de interrogantes que completan su vida.

Quinto, porque comprenden que la vida no es mera filosofía de libros; que las relaciones humanas no son una formula de física o una ecuación de matemáticas; que el Amor no es

un intercambio de átomos; y que Dios no es una mera teoría (aunque sería más sencillo quitarlo del camino). Sí, saben que vivir es decir “te quiero”, compartir un abrazo y ofrecer un hombre. Saben que amar es darlo todo, aunque no sepan cual es el límite. Y saben que solo tienen 70 años para ser felices, haciendo feliz a quienes tienen al lado.

Por todo esto y más, los adultos mayores de 50 años, en muchos casos, pueden estar equivocados. Esta Generación es capaz de todo solo hace falta que crean en ello.