Hay situaciones que sinceramente impresionan a un observador neófito en un aula de clase compuesta por chicos y chicas de 16 años. Los comportamientos que se dan muchas veces son inverosímiles y las actitudes dan para ser comentadas ampliamente. Sin embargo, yo me quedo con tres de ellas.

A. La primera es la de quienes buscan hacerse con el poder de la clase por todos los medios. El problema es cuando esta dominación de potencia se pretende con el fin de echar al traste todos los proyectos, provocar interrupciones injustificadas y conseguir un momento de gloria a costa de todo y de todos. Más aún, cuando lo que se busca es destruir, aún en lo sencillo, todo un ambiente, una dinámica de compromiso e incluso, bienes materiales comunes en lugar de construir una estructura que propicie el bienestar, el avance y el desarrollo personal de todos los integrantes del aula.

B. La segunda es la de quienes siguen, sin mayor criterio, tan solo impulsados por la inercia; o con la idea de que así compartirán la gloria de la destrucción, a aquellos cetros de poder. Lo triste de esto es que desde afuera, para el observador, se ven como juguetes manipulados o manipulables, incompletos e insatisfechos de si mismos. Cómo si el único modo de ser alguien, o algo, en esta vida fuera el de conjuntarse con aquello que son algo por lo funesto que sus comportamientos llegan a ser.

C. La tercera es la de quienes callan o prefieren girar su mirada hacia otro sitio para desvincularse de la situación. El problema no está solo en la indiferencia ante lo que se vive, o en la impotencia del no saber que hacer; sino más bien en la reacción que tienen cuando su zona de comodidad y sus intereses se ven tocados tanto por la autoridad como por aquellos que empiezan la disrupción. Su comportamiento denota miedo a las consecuencias pero ira por lo inverosímil que se torna todo. Sin embargo, apenas pasa la tribulación, el gesto consecutivo es volverse a callar, a cerrar los ojos y a taparse los oídos sin notar que con ello participan, indirectamente, de lo que se está viviendo.

D. Y la resistencia: ¿buena pregunta? Quizás haga falta educar en ella.