A las 1030 a.m. salí de una clase con el corazón en la garganta y con una extraña sensación de hastío. En cierta forma era la decepción que se experimenta cuando crees que has planteado algo revolucionario y convincente pero te das cuenta de que te has convencido más a ti mismo y a unos cuentos que te han escuchado. A quienes les hablaba les hacía ver la realidad de un mundo que te ofrece 2800 millones de razones para tratar de transformarlo (precisamente la cantidad de personas que tienen que vivir con menos de dos dolares al día). Personas que ya han dejado de esperar porque creen que nadie les hará caso; Padres que viven al día a día con lo que tienen, si es que les da tan siquiera para comprar agua potable; Madres que tienen que hacer un esfuerzo sobrehumano para sonreír a sus hijos cuando les piden comida una fría noche de invierno; Hijos que tienen que ver cómo sus madres, hermanas y quien sabe cuantas parientes más, se tienen que prostituir para poder llevar algo de pan al hogar y/o poder pagar la educación; mujeres que continúan unidas con sus maridos por temor a la represalia y al maltrato; futuras madres que tienen que abortar porque el sistema no les ofrece una alternativa a su sufrimiento; niños que nunca verán la luz del sol, nunca conocerán el amor, nunca experimentarán un «te quiero» porque su vida fue sesgada por la violencia, el hambre o la soledad.
Con todo ello concluía y les hacía una pregunta: ¿cual es el problema de todo eso? Las respuestas suelen ser las de siempre. Pero hacía falta una que me convenciera o que les llevara a convencerse de que valía la pena hacer un esfuerzo. No sé si han dejado de soñar o si sus sueños solo se quedan en eso (porque vaya que saben imaginar e idear). No sé si esperan que venga el Gobierno de turno y haga algo para arreglar la situación (cuando ellos serán parte precisamente de ese gobierno). No sé si esperan que haya una revolución que logre acabar con la estructura de pobreza en la que nos encontramos (aunque curiosamente, esa revolución la tengan que desencadenar ellos). No tengo muchas cosas claras respecto a todo lo que les he dicho aunque de la si me siento seguro es que «tienen capacidad» si se pusieran a ello y descubrieran que tienen 2800 razones para hacer de este mundo un mundo mejor.