Llego a casa, saludo a los hermanos, bajo a cenar, reposo un rato, doy un par de vueltas por el colegio para ver si todo está cerrado, me despido «hasta mañana, buenas noches», y entro en mi habitación. Tras quitarme las zapatillas y sentarme enfrente del ordenador, me doy cuenta de que una serie de pensamientos no dejan de rondar mi mente:

– Pienso en las personas con las que me he encontrado hoy. No solo mis hermanos de comunidad o a personas más cercanas a mí. Las palabras que hablen de ellos se me quedan cortas y creo que mejor dedico un apartado aparte para cada uno de ellos.

– Pienso en Borja: creo que mis palabras sobran cuando es posible idear proyectos y relativizar cosas; cuando es posible aprender que los problemas que uno se hace al final son minúsculos con los que se viven en la realidad; cuando es posible reconocer que hay que tirar adelante por encima de cualquiera dificultad que se va anteponiendo en el camino; y cuando se es capaz de valorar los errores y aprender de ellos siempre que es posible. Sí, es posible; siempre y cuando uno lo crea.

– Pienso en Ignacio: sus palabras, su modo de ver la vida, los sueños, las esperanzas, las desilusiones. Todo lo que ha vivido en sus 50 años y lo mucho que espera y confía en la posibilidad de un mundo mejor por encima de las guerras, de las barbaries y hasta por encima de los gritos actuales de «hay que matar al enemigo, hay que sacar al emigrante, hay que desaparecer a los pobres». Es un tipo que se imagina 10000 posibilidades e inspira el deseo de llevarlas adelante. Por que sueña, y soñando el hace que todos los demás compartan un sueño utópico pero posible.

-Pienso en los chicos y chicas con los que voy caminando. Cada uno con su nombre y apellido, con su historia por escribir y por las lineas ya escritas en su libro. Ilusión, ánimo, coraje, bríos, dudas, y hasta miedos. No son tan lejanos a mí en el tiempo y vaya que aún les hace falta tener experiencia. Sí, vamos haciendo un camino, en el cual cada día descubro algo nuevo, algo fascinante, un gesto diferente, una gran posibilidad. Descubro la capacidad de seguir adelante, los sueños que aún quedan por construir, la locuras y sonrisas que aún les queda por profundizar. Enamorarse, sufrir, vivir. Es un camino que voy haciendo con ellos porque también me descubro a mí mismo, mis limitaciones y hasta mis fortalezas. Al final, solo así, con pequeños detalles, es que se va desarrollando la historia.

Por todo ello, no puedo dejar de dar gracias. Primero al de arriba: Él me ha llamado, y el me ha puesto aquí; más aún, Él es mi fortaleza. Segundo a los de aquí: ¡sin los que me rodean lo cierto es que mi vida no tendría el sentido que con cada uno de ellos ha adquirido!.