ImageDespués de tanta vuelta y tanto devaneo, tengo que aterrizar en algo concreto. Es decir, ¿por qué soy agustino recoleto? Todo parte de tres pilares de los que ya he hablado.Sobre ellos se entroncan todos los demás: los votos y la vida misma.

El primero que me hechizó fue el comunitario. La vida en comunidad me fascina, me intriga y me interpela. Siempre está la oportunidad, por activa o por pasiva, de encontrar algo diferente, de vivir una experiencia auténtica, de esforzarse cada vez más en ser coherente, de decir «buenos días» a quien tienes al lado. No se trata de un angelismo desencarnado, sino que te encuentras con verdaderas personas, con sus luces (la mayoría de los atributos) como con sus sombras. A veces quieres gritar y a veces no puedes hacer otra cosa que sonreír con quien tienes al lado en la capilla. Cocinas, vives, compartes, lo das todo y procuras que nada sea a medias. Eso me cautivó, porque no es vivir un ideal llánamente, sino es confrontar la misma vida con la realidad, con sus afanes y pesares. Después de todo, uno mismo es un conglomerado acusiante de fortalezas y de debilidades. Eso es lo que le da un poco de chispa a la vida: saber que mañana, cuando te levantes, nada será igual.

Lo segundo fue la oración. Vamos, al comienzo fue algo súmamente difícil para mí centrarme, estar más de media hora quieto en una silla, dejar de mover páginas de aquí para allá, hasta limpiar mis lentes en la capilla. Aún me cuesta estar así, sencíllamente aburriendome ante Jesús. ¿Acaso es fácil estar ante alguien que no habla a grandes voces, que no se ve genuinamente, que no se toca o que no te puede tocar salvo en lo profundo del ama? Yo creo que no, es lo más difícil, pero es posible porque lo posibilita Él. Es poco más loque se puede decir.

Lo tercero es nuestra misión. Se fundamenta en el «ser»: persona, cristiano y religioso. A partir de aquí, todo lo demás. No deben haber apariencias, no deben primar las muchas obras o la vida hacia afuera. Más que eso, viviendo la interioridad es posible darse a quien lo necesita, a quien pide un consejo, a quien se acerca pidiendo una limosna, a quien busca y no encuentra. Sólamente siendo es posible decir «Dios te ama». Es decir, solo la autenticidad confrontada con la vida y meditada en la oración, es lo que posibilita un encuentro con aquel que sale a nuestro paso. ¿Parroquias, colegios, misiones? Sí, todo es importante: la Iglesia nos necesita, aunque no somos imprescindibles. Pero todo parte de un encuentro con aquel que sustenta nuestra vida, nos da fortaleza en la adversidad y  motiva nuestra coherencia existencial.

Ser Agustino Recoleto es sencíllamente dejarse moldear por la Gracia, compartir una mesa humilde con los hermanos, y procurar dar lo mejor de uno mismo a cada momento.