Podría iniciar otra saga sobre la cual escribir. Sin embargo, por ahora prefiero vivir la calma de reflexiones espontáneas y esporádicas. Es tiempo de una pausa en el camino, de asentar los conocimientos, liberar las emociones y dejarme llevar por la calma y la estabilidad de un final que pronto llega. Se me acaba esta etapa de formación y lo veo todo tan cercano que me es imposible describir todo el inmenso cúmulo de sentimientos que se agolpan en mi corazón y en mi mente.

Sin embargo, si hay uno que prevalece es el de «gratitud». No hay mejor palabra que defina todo lo que he vivido y la forma en la que puedo abordar todo los momentos, tantos positivos como negativos, que he atravesado. Vaya que son historias, relatos, narraciones y hasta cuentos que se entrelazan y fluyen libremente por mi mente y mis recuerdos. Empero, todo ello desemboca en una constatación fundamental: «no se puede cansar uno de caminar, so pena que el mundo siga girando pero la vida se haga un fiasco».

Además, cuando se si tiene solo esta oportunidad para vivir, ¿para qué pensar en un mañana ya veremos cuando puedo dar el 101% ahora? Claro, el mañana alimenta mis sueños, pero mis sueños no se pueden quedar anclados en un futuro que tengo que elaborar ahora; y mi presente no se puede anclar en los cansancios que he tenido en mi pasado. Lo tengo que construir ahora, aquí y en este preciso instante. Solo cuando sea consciente de que hasta el más mínimo gesto, detalle, palabra y acto tienen una trascendencia inimaginable es que verdaderamente podré levantarme del letargo cansado en el que me encuentro, tomar mi camilla y ponerme a caminar.

No hay más opción, cómo he dicho, que realizar este sendero, hacer esta vida, y amar con todo el corazón.